Una vez leído, se propone a los alumnos un ejercicio de investigación en grupos o individual para averiguar qué historia hay detrás de esta descripción.
PARA OBJETOS
SOLAMENTE De: Mario Benedetti
Las cosas tienen un ser vital. (Rubén Darío)
Por el momento nadie entra en la
habitación, pero, si alguien entrara, o, mejor aún, si sólo penetrara una
mirada, sin tacto, sin gusto, sin olfato, sin oído, sólo una mirada, y
decidiera fríamente hacer un ordenado inventario visual de sus objetos,
comenzando, digamos, por la derecha, lo primero que habría de encontrar sería
un amplio sofá, forrado de terciopelo verde oscuro, ya bastante deteriorado y
con dos quemaduras de cigarrillo en el borde del respaldo. Sobre el sofá hay un
montón de diarios y revistas, pero la hipotética mirada sólo estaría en
condiciones de ver la revista que está arriba de todo, es decir un ejemplar no
demasiado nuevo de Claudia, y a lo sumo conjeturar, gracias a las
características especiales de su tipografía, que el trozo de periódico que
asoma por debajo de otros diarios, aunque no incluye ningún título ni
indicación directa, puede pertenecer a BP-Color. También sobre el sofá, a unos
treinta centímetros de los diarios y revistas, hay un libro boca abajo, con un
cortapapeles metido entre sus primeras hojas. En uno de los ángulos hay una
mancha verdosa, con varios granitos más oscuros, como de yerba. En la pared que
está detrás del sofá hay un almanaque de la Panadería La Nueva. La hoja que
está a la vista es de noviembre 1965 y tiene dos anotaciones hechas con
bolígrafo azul, y una más con bolígrafo rojo. Las azules corresponden al día 4
(Beatriz, 15.30) y al día 13 (M. ¿O.K.? OK); la roja está en la línea del día
19 (Ensayo gral.) El sofá llega hasta la segunda pared. Junto al tramo inicial
de la misma hay una banqueta de madera con un cenicero repleto de puchos, todos
torcidos de la misma manera y sin manchas de carmín. Más allá está un ropero de
roble, modelo antiguo pero todavía en buenas condiciones, sin espejo exterior,
con una hoja cerrada y otra abierta. Por el espacio que deja la hoja abierta
puede distinguirse ropa de hombre, prolijamente colgada de sus perchas: un
impermeable gris, un gabán de cuello amplio, varios sacos que quizá sean trajes
completos, ya que los pantalones o chalecos pueden estar ocultos bajo los
sacos. El ropero tiene tres cajones, todos cerrados, aunque del tercero surge
un pliegue blanco de ropa, que presumiblemente corresponde a una camisa. En el
suelo, junto a una de las patas del ropero, hay un papel irregularmente
rasgado, algo así como la mitad de una hoja de carta, color crema, que alguien
hubiera partido en dos. Está escrito con una letra menuda y muy pareja, de
curvas suaves, con los puntos de las jotas y las íes muy por encima de su
ubicación clásica. Si la mirada quisiera detenerse a leer, podría comprobar que
las palabras, y trozos de palabras, que contiene el papel, son los siguientes:Las cosas tienen un ser vital. (Rubén Darío)
Después del
ropero, casi sin espacio que los separe, hay una mesita de pino, sin cajones,
con una portátil negra, un despertador chico, de cobre, un block de notas en
cuya primera página hay sólo una palabra (chau), dos bolígrafos de la misma
marca y un portarretrato con la fotografía de una mujer joven que en el ángulo
inferior derecho tiene una leyenda: A Fernando, con fe y esperanza, pero sin
caridad. Beatriz. Junto a la mesita, una cama (tendida, una placa, de bronce)
cuya cabecera se apoya en la segunda pared, el flanco derecho sigue la línea de
la pared tercera. La colcha blanca cubre también la almohada. Sobre la colcha
blanca, tres objetos: un encendedor, un cepillo de ropa, un programa de teatro
doblado en dos. Sólo está a la vista la mitad inferior, donde consta el
reparto: Vera: Amanda Blasetti. Jacinto: Fernando Montes. Octavio: Manuel
Solano. Rita: María Goldman. Ernesto: Benjamín Espejo. Debajo de la cama, un
par de mocasines marrones. En el rincón que forman la tercera y la cuarta
pared, hay un tocadiscos. Sobre el plato, un disco de doce pulgadas, detenido
no obstante, si la mirada quisiera detalles, podría comprobar que se trata del
volumen III del álbum de Bessie Smith. Debajo del tocadiscos, un casillero con
varios álbumes, pero en sus lomos sólo constan números romanos, y además no
están en orden. Junto al mueblecito hay una alfombra (medida aproximada: un
metro por setenta y cinco centímetros) de lana marrón con franja negra. Sobre
ella está depositado el sobre de cartón correspondiente al disco de Bessie Smith.
A esta altura, a la mirada le quedarían apenas tres objetos para completar el
inventario. El primero es una cocinita a gas, de dos hornillas. No hay nada
sobre ellas. Una de las hornillas tiene la llave hacia la izquierda; la otra,
hacia la derecha. El segundo objeto es un cuerpo humano, totalmente inmóvil. Es
un muchacho. Pelo oscuro, la nuca apoyada en un almohadoncito. Tiene puestas
sólo dos prendas. Un short azul claro, y, en el cuello (suelto, sin anudar), un
pañuelo rojo de seda. Los ojos están cerrados. No hay el menor movimiento, ni
en las fosas nasales ni en la boca. El tercer y último objeto es un trozo de
papel color crema, algo así como la mitad de una hoja de carta que alguien
hubiera partido en dos, escrito con una letra menuda y muy pareja, de curvas
suaves y con los puntos de las jotas y las íes muy por encima de su ubicación
clásica. Si la mirada quisiera detenerse a leer, comprobaría que las palabras,
y los trozos de palabras, que contiene el papel, son los siguientes:
Pero, a veces, los objetos son el foco de la narración. Una simple gota de lluvia puede dar lugar a una prodigiosa interpretación del mundo . Resulta muy interesante este vídeo que acompaña al genial microcuento de Cortázar leído por su autor: "Aplastamiento de las gotas", perteneciente al libro Historias de Cronopios y de famas, Buenos Aires, Minotauro, 1962.